4.5.10

Mire amigo

Mire, amigo, no venga
con esas cosas de las cuestiones;
yo no le entiendo mucho,
discúlpeme, soy medio bagual;
pero eso sí le digo:
no me interesan las elecciones;
los que no tienen plata
van de alpargatas;
todo sigue igual.
Fíjese, por ejemplo,
en don Segismundo, con diez mil cuadras:
tiene dos hijos mozos
que son doctores en la ciudad;
yo tengo cuatro crías,
y a la más grande tuve que darla;
ninguno fue a la escuela
y pa'que hagan muela me falta robar.

Mire, amigo, no venga
con que los gringos son gente dada;
yo lo vi a mister Coso
tomando whisky con los del club,
pero nunca lo vide
tomando mate con la peonada
,
no dirá que chupaban
y que brindaban a mi salud.

Mire, amigo, disculpe,
no se moleste, no tomo nada:
yo no sé si usted sabe
que pa'la trilla hay que madrugar;
los que nacimos peones
no conocemos las trasnochadas;
ando muy mal comido,
y si tomo un vino me da por pelear.



Letra y música: Alfredo Zitarrosa

7.3.10

Tal cual te apareciste,
te saqué una foto
-estupenda-
Subías un pie a la cama.
El otro se mantuvo
en el aire
-flotabas-
¿Cómo se dibuja una letra perfecta?
Quisiera oírte decir la respuesta,
mundo.
Tal cual te quedaste en mí,
te recuerdo.
-expectante-
Esperábamos poder salir
de entre las sábanas
sin un rasguño.
La punta de la lapicera
da vueltas
como un perro
ya pronto a dormir.
Dejame repetir la pregunta:
¿cómo se dibuja una letra perfecta, pueblo?

2.2.10

luminosidad acorde a la línea en mi pie.
estirada y permanente
siento hambre en la nuca,
culmina por atarme a la vigilia.
te rezo para que vengas
con tus pies lisos
y tus manos mejores.
a deshacerme el nudo.
desapareceme bajo la cama.
si yo apareciese bajo tu cama,
no te asustarías,
asomarías la cabeza y me darías la mano.
-el barco que es tu cama me desorienta.
te abollarías contra mi cadera,
con la médula cubierta
por un oleaje perpetuo.
inacabada mujer de material inconcluso.
forma poco esculpida.
escucho tu despertar de otro color.

21.1.10

¿Cuánto falta para pronunciar el nombre exacto?
Son sólo distancias que no pueden mensurarse:
entonces dejan de existir, cesan de ser para mí,
para mi neuronal exhausto,
trastocado por los nombres de los poemas más terribles
que narran historias dulces de polvo apelotonado.
Mueren inmensos recuerdos en cada amanecer:
son funerales tediosos,
con las culpas de todas las religiones encontradas entre los rincones
de los bancos de llorar,
las flores y el aroma que despiden al muerto invisible,
al muerto inútil que supo irse,
al suicida buen compañero.
Muere un recuerdo inmenso
cuando abro los ojos
y los tengo distintos,
se acorta la cosa inconmensurable,
se vuelve sí.
Pero muere un recuerdo inmenso cuando abro los ojos.