21.1.10

¿Cuánto falta para pronunciar el nombre exacto?
Son sólo distancias que no pueden mensurarse:
entonces dejan de existir, cesan de ser para mí,
para mi neuronal exhausto,
trastocado por los nombres de los poemas más terribles
que narran historias dulces de polvo apelotonado.
Mueren inmensos recuerdos en cada amanecer:
son funerales tediosos,
con las culpas de todas las religiones encontradas entre los rincones
de los bancos de llorar,
las flores y el aroma que despiden al muerto invisible,
al muerto inútil que supo irse,
al suicida buen compañero.
Muere un recuerdo inmenso
cuando abro los ojos
y los tengo distintos,
se acorta la cosa inconmensurable,
se vuelve sí.
Pero muere un recuerdo inmenso cuando abro los ojos.